¿Es lo mismo hablar de energías renovables, energías sustentables o energías alternativas? La respuesta es no, y la diferencia entre ellas es tan importante que hasta influye en el desarrollo de políticas públicas. A continuación, le explicamos el porqué.

Conceptos claros

Para comenzar, es clave tener algunas definiciones claras, ya que usar “renovable” como alternativa para “sustentable” es conceptualmente erróneo. Por otra parte, referirnos a “energías alternativas” dice, en esencia, poco.

Recurramos al diccionario de la RAE para dos palabras de uso amplio, que actúan como sinónimos en algunos de sus significados, y que no siempre se asocian a la energía:

sustentable

2. adj. sostenible (‖ que se puede mantener sin agotar los recursos).

sostenible

2. adj. Especialmente en ecología y economía, que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente.

Ahora las definiciones de dos aplicaciones específicas de la palabra energía:

energía renovable

1. f. energía cuyas fuentes se presentan en la naturaleza de modo continuo y prácticamente inagotable, p. ej., la hidráulica, la solar o la eólica.

energía alternativa

1. f. energía procedente de fuentes distintas a las habituales como el carbón, el petróleo o el gas; p. ej., la energía eólica.

Renovable no es necesariamente sustentable

Con estas definiciones entendemos que la energía renovable se origina de una fuente natural, inagotable para nuestra escala, como el sol, el viento, el agua o la Tierra misma: energía solar, eólica, hidráulica, biomasa y geotérmica, respectivamente.

Hablamos de la sustentabilidad o sostenibilidad de las energías en relación con su proyección y uso con respecto al tiempo y al medio ambiente.

Entonces, cuando estudiamos con mayor profundidad el tema, vemos que, si bien la energía renovable es sustentable en cuanto a que siempre podremos contar con agua, sol y viento en abundantes cantidades, puede no ser tan sustentable en cuanto a los desperdicios que genera, a el área necesaria para su implementación o a su impacto inmediato sobre los seres vivos.

92% de la energía primaria consumida mundialmente no es renovable, según expone el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM) del Uruguay en su Política Energética 2005–2030.

Recordando la mención anterior a “daños al medio ambiente”, cada energía renovable entraña efectos no deseados:

  • La energía hidráulica cambia radicalmente grandes extensiones de tierra que quedan sumergidas por los embalses y suele perjudicar los ciclos de reproducción de los peces en los ríos donde se ubican las represas. 1
  • La energía eólica mata cientos de miles de pájaros cada año y afecta sus rutas migratorias y hábitats naturales. 2 3
  • La energía solar requiere complejos tratamientos para reciclar sus desperdicios y los procesos de manufactura aún son considerados ineficientes e implican el uso y la generación de múltiples productos y subproductos tóxicos que deben ser bien gestionados. 4

Sostenible no es necesariamente renovable

A la inversa, la energía sustentable o, mejor dicho, sostenible, puede provenir de fuentes que no sean renovables, como la energía nuclear, ya que podemos usarla por comparativamente largo tiempo sin agotarla. Además, incluso los hidrocarburos pueden explotarse de formas más o menos sostenibles.

El portal argentino Energía de mi país explica en su artículo “Desarrollo sustentable de los recursos energéticos” que “se deben utilizar los recursos de manera responsable y eficiente, con el objetivo de prevenir y minimizar los impactos ambientales, promover el uso racional de la energía y disminuir el consumo de los recursos naturales no renovables”. 5

En el texto ejemplifican que en vista del alto consumo de hidrocarburos “el desarrollo sustentable implica, en este caso, desarrollar los recursos de petróleo y gas de manera responsable, de acuerdo a las normas de seguridad y cuidado del medio ambiente. Por ejemplo, tanto en la perforación convencional como en la no convencional, para proteger los acuíferos y aislar las formaciones geológicas de la zona productiva, se insertan en el pozo varios caños de acero de gran espesor, llamado casing, y se cementan las paredes. De este modo, los hidrocarburos no entran en contacto con los acuíferos y no se corren riesgos de contaminación”.

Así, la generación y el uso de energía en base a combustibles fósiles (no renovables) cada vez más eficientes y amigables con el ambiente, eventualmente podrían juzgarse sustentables por extender su disponibilidad y no causar daños mayores al planeta.

Alternativas = Distintas

Las energías alternativas podemos decir que equivalen simplemente a energías provenientes de fuentes distintas a los combustibles fósiles (que hoy generan 80% de la energía consumida en el mundo).

Para ser más precisos, las llamadas energías alternativas renovables o energías alternativas sustentables, serían cualquiera de las no basadas en carbón, petróleo o gas (y hasta cierto punto la energía nuclear de fisión). Estas últimas, llamadas energías tradicionales, son la principal causa no natural de emisiones de gases de efecto invernadero.

Un combustible fósil es aquel que procede de la biomasa producida en eras pasadas, que ha sufrido enterramiento y, tras él, procesos de transformación, por aumento de presión y temperatura, hasta la formación de sustancias de gran contenido energético, como el carbón, el petróleo, o el gas natural. Al no ser energía renovable, no se considera como energía de la biomasa. — Wikipedia

Energías alternativas e independencia energética

Como escribíamos al inicio, las distinciones explicadas influyen en las políticas que nos afectan a todos. En buena medida, es porque las también llamadas energías limpias ofrecen la posibilidad de alcanzar la autonomía energética, a pequeña o hasta a gran escala.

En muchos casos pueden facilitar que un hogar cuente con su sistema de abastecimiento eléctrico propio, aun en lugares remotos. Estos sistemas se denominan “off-grid”, por no estar conectados a las redes tradicionales de distribución de energía eléctrica.

En otros, pueden reducir o evitar la importación de hidrocarburos en un país que no posea (o tenga escasos) yacimientos de petróleo o gas propios.

A esto se le conoce como alcanzar la “independencia energética”, e implica la adopción de un modelo de desarrollo económico y social particular, donde las energías limpias tienen un papel central como fuentes de energía autóctonas, que suele incluir la generación de mayor oferta de trabajo calificado.

Políticas energéticas y sustentabilidad

Para alcanzar la independencia energética, países y organizaciones internacionales de las diferentes regiones del mundo han adoptado y fomentado políticas dentro de sus planes de gobierno referentes a alternativas sustentables para la generación de energía, con foco en las energías renovables.

En la Unión Europea, la cuota de las energías renovables en el consumo final bruto se duplicó en 14 años (de 9,6% en 2004 al 18,9% en 2018). 6

Además, y según las últimas fichas estadísticas sobre producción de energía de la UE, las energías renovables pasaron a ser la principal fuente de generación de electricidad en la Unión en el 2020, aun contando los efectos de la pandemia de COVID-19. 7

Por su parte, en Latinoamérica, el portal de la cooperación en Iberoamérica Somos Iberoamérica, reseña que Uruguay se ha convertido en uno de los líderes mundiales, al producir el 92,8% de su electricidad a través de energías renovables. 8

Estos logros en materia energética se deben a la temprana apuesta por la generación hidroeléctrica en Uruguay (desde principios del Siglo XX, con énfasis en la década del ’70) y, más recientemente, a políticas públicas basadas en la Política Energética 2005-2030 (aprobada por el Poder Ejecutivo en 2008 y acordada por todos los partidos políticos con representación parlamentaria en 2010), que incluye elementos económicos y tecnológicos, pero también ambientales, culturales, éticos y sociales.

En la última década en particular, la energía eólica y la fotovoltaica se han desarrollado como nunca en Uruguay. A modo de ejemplo, nuevas posibilidades de comercialización e importantes incentivos fiscales a las inversiones en energías limpias, a nivel residencial y empresarial, hicieron que un número creciente de hogares y emprendimientos hayan optado por la microgeneración eléctrica basada en instalaciones fotovoltaicas conectadas a la red (instalaciones “on-grid”).

Esto reduce costos a los usuarios (en algunos casos hasta generándoles ganancias), a la vez que alivia las redes de distribución tradicionales y da más estabilidad al abastecimiento eléctrico a lo largo del año, evitando el uso de hidrocarburos para generar energía eléctrica durante períodos de sequía, asegurando un futuro próspero para las alternativas sustentables tan anheladas.